Martín Franco Vélez

Ganar un lector tardío

In Otros on January 23, 2013 at 4:39 pm

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Todos los años, en navidad, le regalo a mi papá una camisa. Tiene que ser de manga corta, con botones en el cuello que lo dejen recto, y colores que preferiblemente no sean chillones. Pueden ser de rayas o cuadros, pero no de un solo tono. Es un regalo con el que ambos vamos a la fija; tan asidua se ha vuelto la costumbre, que papá suele bromear con el regalo empacado, palpándolo con las manos a través del papel, mientras dice algo así como “¿y esta sí será la talla?”.

Como es un regalo predecible, trato de complementarlo con alguna otra cosa. Esta navidad, en vez de otra botella más de whisky, me dio por regalarle un libro (un obsequio arriesgado teniendo en cuenta que papá nunca ha sido un buen lector). Está de más aclarar que eso no le resta ni un mérito, por supuesto: hay excelentes personas a quienes jamás se les ocurre que leer pueda ser algo más que una aburrida obligación. Pero en vista de que mamá ha ido pasándole, poco a poco, un par de libros que él ha terminado leyendo con calma y sin afán (el otro día me dijo que le gustó mucho uno de Javier Moro y que el último de Castro Caycedo le pareció malísimo, algo en que le doy la razón), me aventuré con una novela que a mí me encantó y que –espero– también él pueda disfrutar.

La verdad no sé qué tan fructíferas hayan sido mis intenciones de convertirlo en un lector tardío, sobre todo después del comentario que me hizo justo antes de que regresaran a Manizales, luego de varios días de vacaciones en la capital. Estábamos en un centro comercial y aprovechamos para entrar a una librería que me gusta. “Camine la conoce”, le dije, y me acompañó mientras mamá y mi esposa se iban a mirar almacenes. Como desde hace rato estaba antojado de un libro, aproveché para comprarlo. Él no dijo nada en ese momento pero luego, cuando llegamos a casa y yo estaba ojeándolo, se quedó muy serio y preguntó:

–¿Y usted qué hace con tanto libro apenas lo lee? ¿Lo mete en la biblioteca y ya? ¿No le sirve para más?

Difícil explicarle que para un lector el libro no acaba simplemente cuando se llega a la última línea. Que releerlo –entero o por fragmentos– produce un placer enorme o una decepción igual de grande, y que volver sobre esas líneas nos hace recordar pasajes olvidados o encontrar cosas que habíamos pasado por alto la primera vez. Y que guardamos, también, la esperanza de que otros ojos pasen por esas páginas: los de futuros hijos, por ejemplo, o en últimas los de ese lector tardío que algún día queremos traer a nuestra causa. No le expliqué todo eso, me dio pereza.

–Sí, para meterlos ahí –contesté.

Tal vez algún día él se dé cuenta de esas cosas. Entonces, quizás, ya no tendré que regalarle más camisas.

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